La Doctrina de la Vida Cristiana

The Doctrine of the Christian Life

Los Adventistas del Séptimo Día creen. . .

La ley de Dios. Los grandes principios de la ley de Dios están incorporados en los Diez Mandamientos y ejemplificados en la vida de Cristo. Expresan el amor, la voluntad y el propósito de Dios con respecto a la conducta y a las relaciones humanas, y son obligatorios para todas las personas en todas las épocas. Estos preceptos constituyen la base del pacto de Dios con su pueblo y son la norma del juicio divino. Por medio de la obra del Espíritu Santo, señalan el pecado y despiertan el sentido de la necesidad de un Salvador. La salvación es totalmente por la gracia y no por las obras, pero su fruto es la obediencia a los mandamientos. Esta obediencia desarrolla el carácter cristiano y da como resultado una sensación de bienestar. Es una evidencia de nuestro amor al Señor y de nuestra preocupación por nuestros semejantes. La obediencia por fe demuestra el poder de Cristo para transformar vidas y, por lo tanto, fortalece el testimonio cristiano (Éxodo 20:1-17; Salmo 40:7, 8; Mateo 22:36-40; Deuteronomio 28:1-14; Mateo 5:17-20; Hebreos 8:8-10; Juan 15:7-10; Efesios 2:8-10; 1 Juan 5:3; Romanos 8:3, 4; Salmo 19:7-14) —Creencia fundamental 19.

 

El sábado. El bondadoso Creador, después de los seis días de la creación, descansó el séptimo día, e instituyó el sábado para todos los hombres como un monumento conmemorativo de la Creación. El cuarto mandamiento de la inmutable ley de Dios requiere la observancia del séptimo día, sábado, como día de reposo, adoración y ministerio en armonía con las enseñanzas y la práctica de Jesús, el Señor del sábado. El sábado es un día de agradable comunión con Dios y con nuestros hermanos. Es un símbolo de nuestra redención en Cristo, una señal de nuestra santificación, una demostración de nuestra lealtad y una anticipación de nuestro futuro eterno en el reino de Dios. El sábado es la señal perpetua del pacto eterno entre él y su pueblo. La gozosa observancia de este tiempo sagrado de una tarde a la otra tarde, de la puesta de sol a la puesta de sol, es una celebración de la obra creadora y redentora de Dios (Génesis 2:1-3; Éxodo 20:8-11; Lucas 4:16; Isaías 56:5, 6; 58:13, 14; Mateo 12:1-12; Éxodo 31:13-17; Ezequiel 20:12, 20; Deuteronomio 5:12-15; Hebreos 4:1-11; Levítico 23:32; Marcos 1:32) —Creencia fundamental 20.

 

La mayordomía. Somos mayordomos de Dios, a quienes se nos ha confiado tiempo y oportunidades, capacidades y posesiones, y las bendiciones de la tierra y sus recursos. Y somos responsables ante él por el empleo adecuado de todas esas dádivas. Reconocemos el derecho de propiedad por parte de Dios mediante nuestro servicio fiel a él y a nuestros semejantes, y mediante la devolución de los diezmos y las ofrendas que damos para la proclamación de su evangelio y para el sostén y desarrollo de su iglesia. La mayordomía es un privilegio que Dios nos ha concedido para que crezcamos en amor y para que logremos la victoria sobre el egoísmo y la codicia. El mayordomo fiel se regocija por las bendiciones que reciben los demás como fruto de su fidelidad (Génesis 1:26-28; 2:15; 1 Crónicas 29:14; Hageo 1:3-11; Malaquías 3:8-12; 1 Corintios 9:9-14; Mateo 23:23; 2 Corintios 8:1-15; Romanos 15:26, 27) —Creencia fundamental 21.

 

La conducta cristiana. Somos llamados a ser un pueblo piadoso que piense, sienta y actúe en armonía con los principios del cielo. Para que el Espíritu recree en nosotros el carácter de nuestro Señor, nos involucramos solo en aquellas cosas que producirán en nuestra vida pureza, salud y gozo cristiano. Esto significa que nuestras recreaciones y nuestros entretenimientos estarán en armonía con las más elevadas normas de gusto y belleza cristianos. Si bien reconocemos las diferencias culturales, nuestra vestimenta debiera ser sencilla, modesta y de buen gusto, como corresponde a aquellos cuya verdadera belleza no consiste en el adorno exterior, sino en el inmarcesible ornamento de un espíritu apacible y tranquilo. Significa también que, puesto que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo, debemos cuidarlos inteligentemente. Junto con la práctica adecuada del ejercicio y el descanso, debemos adoptar un régimen alimentario lo más saludable posible, y abstenernos de los alimentos inmundos, identificados como tales en las Escrituras. Como las bebidas alcohólicas, el tabaco y el uso irresponsable de drogas y narcóticos son dañinos para nuestros cuerpos, debemos también abstenernos de ellos. En cambio, debemos empeñarnos en todo lo que ponga nuestros pensamientos y nuestros cuerpos en armonía con la disciplina de Cristo, quien quiere que gocemos de salud, de alegría y de todo lo bueno (Romanos 12:1, 2; 1 Juan 2:6; Efesios 5:1-21; Filipenses 4:8; 2 Corintios 10:5; 6:14-7:1; 1 Pedro 3:1-4; 1 Corintios 6:19, 20; 10:31; Levítico 11:1-47; 3 Juan 2) —Creencia fundamental 22.

 

El matrimonio y la familia. El matrimonio fue establecido por Dios en el Edén y confirmado por Jesús para que fuera una unión para toda la vida entre un hombre y una mujer, en amante compañerismo. Para el cristiano, el matrimonio es un compromiso con Dios y con el cónyuge, y debiera celebrarse solo entre personas que participan de la misma fe. El amor mutuo, el honor, el respeto y la responsabilidad constituyen la estructura de esa relación, que debe reflejar el amor, la santidad, la intimidad y la perdurabilidad de la relación que existe entre Cristo y su iglesia. Con respecto al divorcio, Jesús enseñó que la persona que se divorcia, a menos que sea por causa de relaciones sexuales ilícitas, y se casa con otra persona, comete adulterio. Aunque algunas relaciones familiares estén lejos de ser ideales, los consortes que se dedican plenamente el uno al otro pueden, en Cristo, lograr una amorosa unidad gracias a la dirección del Espíritu y a la instrucción de la iglesia. Dios bendice a la familia y quiere que sus miembros se ayuden mutuamente hasta alcanzar la plena madurez. Los padres deben criar a sus hijos para que amen y obedezcan al Señor. Deben enseñarles, mediante el precepto y el ejemplo, que Cristo disciplina amorosamente, que siempre es tierno, que se preocupa por sus criaturas, y que quiere que lleguen a ser miembros de su cuerpo, la familia de Dios. Una creciente intimidad familiar es uno de los rasgos característicos del último mensaje evangélico (Génesis 2:18-25; Mateo 19:3-9; Juan 2:1-11; 2 Corintios 6:14; Efesios 5:21-33; Mateo 5:31, 32: Marcos 10:11, 12; Lucas 16:18; 1 Corintios 7:10, 11; Éxodo 20:12; Efesios 6:1-4; Deuteronomio 6:5-9; Prov. 22:6; Mal. 4:5, 6) —Creencia fundamental 23.

Seventh-day Adventists believe . . .

The Law of God. The great principles of God’s law are embodied in the Ten Commandments and exemplified in the life of Christ. They express God’s love, will, and purposes concerning human conduct and relationships and are binding upon all people in every age. These precepts are the basis of God’s covenant with His people and the standard in God’s judgment. Through the agency of the Holy Spirit they point out sin and awaken a sense of need for a Saviour. Salvation is all of grace and not of works, but its fruitage is obedience to the Commandments. This obedience develops Christian character and results in a sense of well-being. It is an evidence of our love for the Lord and our concern for our fellow men. The obedience of faith demonstrates the power of Christ to transform lives, and therefore strengthens Christian witness. (Ex. 20:1-17; Ps. 40:7, 8; Matt. 22:36-40; Deut. 28:1-14; Matt. 5:17-20; Heb. 8:8-10; John 15:7-10; Eph. 2:8-10; 1 John 5:3; Rom. 8:3, 4; Ps. 19:7-14.) —Fundamental Beliefs, 19

 

The Sabbath. The beneficent Creator, after the six days of Creation, rested on the seventh day and instituted the Sabbath for all people as a memorial of Creation. The fourth commandment of God’s unchangeable law requires the observance of this seventh-day Sabbath as the day of rest, worship, and ministry in harmony with the teaching and practice of Jesus, the Lord of the Sabbath. The Sabbath is a day of delightful communion with God and one another. It is a symbol of our redemption in Christ, a sign of our sanctification, a token of our allegiance, and a foretaste of our eternal future in God’s kingdom. The Sabbath is God’s perpetual sign of His eternal covenant between Him and His people. Joyful observance of this holy time from evening to evening, sunset to sunset, is a celebration of God’s creative and redemptive acts. (Gen. 2:1-3; Ex. 20:8-11; Luke 4:16; Isa. 56:5, 6; 58:13, 14; Matt. 12:1-12; Ex. 31:13-17; Ezek. 20:12, 20; Deut. 5:12-15; Heb. 4:1-11; Lev. 23:32; Mark 1:32.) —Fundamental Beliefs, 20

 

Stewardship. We are God’s stewards, entrusted by Him with time and opportunities, abilities and possessions, and the blessings of the earth and its resources. We are responsible to Him for their proper use. We acknowledge God’s ownership by faithful service to Him and our fellow men, and by returning tithes and giving offerings for the proclamation of His gospel and the support and growth of His church. Stewardship is a privilege given to us by God for nurture in love and the victory over selfishness and covetousness. The steward rejoices in the blessings that come to others as a result of his faithfulness. (Gen. 1:26-28; 2:15; 1 Chron. 29:14; Haggai 1:3-11; Mal. 3:8-12; 1 Cor. 9:9-14; Matt. 23:23; 2 Cor. 8:1-15; Rom. 15:26, 27.) —Fundamental Beliefs, 21

 

Christian Behavior. We are called to be a godly people who think, feel, and act in harmony with the principles of heaven. For the Spirit to recreate in us the character of our Lord we involve ourselves only in those things which will produce Christlike purity, health, and joy in our lives. This means that our amusement and entertainment should meet the highest standards of Christian taste and beauty. While recognizing cultural differences, our dress is to be simple, modest, and neat, befitting those whose true beauty does not consist of outward adornment but in the imperishable ornament of a gentle and quiet spirit. It also means that because our bodies are the temples of the Holy Spirit, we are to care for them intelligently. Along with adequate exercise and rest, we are to adopt the most healthful diet possible and abstain from the unclean foods identified in the Scriptures. Since alcoholic beverages, tobacco, and the irresponsible use of drugs and narcotics are harmful to our bodies, we are to abstain from them as well. Instead, we are to engage in whatever brings our thoughts and bodies into the discipline of Christ, who desires our wholesomeness, joy, and goodness. (Rom. 12:1, 2; 1 John 2:6; Eph. 5:1-21; Phil. 4:8; 2 Cor. 10:5; 6:14–7:1; 1 Peter 3:1-4; 1 Cor. 6:19, 20; 10:31; Lev. 11:1-47; 3 John 2.) —Fundamental Beliefs, 22

 

Marriage and the Family. Marriage was divinely established in Eden and affirmed by Jesus to be a lifelong union between a man and a woman in loving companionship. For the Christian a marriage commitment is to God as well as to the spouse, and should be entered into only between partners who share a common faith. Mutual love, honor, respect, and responsibility are the fabric of this relationship, which is to reflect the love, sanctity, closeness, and permanence of the relationship between Christ and His church. Regarding divorce, Jesus taught that the person who divorces a spouse, except for fornication, and marries another, commits adultery. Although some family relationships may fall short of the ideal, marriage partners who fully commit themselves to each other in Christ may achieve loving unity through the guidance of the Spirit and the nurture of the church. God blesses the family and intends that its members shall assist each other toward complete maturity. Parents are to bring up their children to love and obey the Lord. By their example and their words they are to teach them that Christ is a loving disciplinarian, ever tender and caring, who wants them to become members of His body, the family of God. Increasing family closeness is one of the earmarks of the final gospel message. (Gen. 2:18-25; Matt. 19:3-9; John 2:1-11; 2 Cor. 6:14; Eph. 5:21-33; Matt. 5:31, 32; Mark 10:11, 12; Luke 16:18; 1 Cor. 7:10, 11; Ex. 20:12; Eph. 6:1-4; Deut. 6:5-9; Prov. 22:6; Mal. 4:5, 6.) —Fundamental Beliefs, 23

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